La filosofía y la música por sí mismas quedan atrapadas en su propia telaraña. La filosofía se come a la filosofía; la música a la música. En la relación Música y filosofía, la filosofía –y no es culpa de ella- ha tomado el papel protagónico, pero monologa, de esa manera nos dice lo que es la música; sin embargo, si el mundo es una creación colectiva, hace falta el diálogo: una música con más filosofía y una filosofía con más música. Es decir no únicamente una filosofía de la música, sino también una música de la filosofía
Las
personas, en la actualidad, presuponen
ya una separación, producto de la especialización imperante, entre música y
filosofía, pero es una separación falaz porque el filósofo puede adentrase a la
música en el momento, los instrumentos musicales están dispuestos para que tome
uno y lo haga sonar; el músico también puede adentrarse en la filosofía cuando
quiera, los libros están abiertos en el momento que lo desee. Hoy, para
estudiar música o filosofía no es necesaria
la institución, menos en nuestro país que como ya sabemos tiene crisis
institucionales por todos lados: crisis en educación, crisis en música, crisis
en filosofía, crisis electorales, crisis económicas, crisis religiosas, crisis de derecha, crisis
de izquierda, crisis arriba, crisis abajo, crisis por aquí, crisis por
allá, y más allá también hay crisis,
crisis por todas partes, sin embargo, con todo y crisis, las disciplinas música
y filosofía están abiertas para el que, armado con un poco de deseo y un poco
de paciencia las aborde y comparta sus descubrimientos, sus creaciones. Así han subsistido y me temo que por un buen
tiempo así subsistirán. No hay tal separación. No hay música sin pensamiento y
no hay filosofía sin música.
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