La
filosofía aspira a crear, definir, interpretar, deslindar, afirmar,
contradecir, lavar, secar, cocinar, adornar, purificar, trasmutar,
esquilar… conceptos ¿Universales?
¿Eternos? Pero, ¿lo logra? El problema de la filosofía es que por tratar de ser
creíble desdeña a la seducción por el argumento:
a la metáfora por el silogismo y al ritmo por el pulso adormecedor.
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