Dice Teodoro Adorno:
“La música es oración desmitologizada”, pero la oración me parece un monólogo,
más aún un soliloquio. Adorno nos ubica en el soliloquio, en la reflexión en
voz alta consigo mismo, prescindiendo de la divinidad, o más precisamente de
Dios, es decir, Adorno presupone a Dios, pero lo quita de la música; sin
embargo, me parece que la música no es un soliloquio, sino un diálogo, y más
precisamente un diálogo entre divinidades: divinidad el compositor, divinidad
el ejecutante, divinidad la obra, divinidad el escucha, porque consideramos que
ser divino es ser creador y ser obra a la vez, por eso, cuando el ser humano
canta, se canta a sí mismo:
“I celebrate myself, and sing myself,
And what I assume you shall assume,
For every atom belonging to me as good belongs to you.”
And what I assume you shall assume,
For every atom belonging to me as good belongs to you.”
Walt Withman
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